domingo, 13 de marzo de 2011

-Era mi noveno cumpleaños-

   Era mi noveno cumpleaños. Mi tío Juan me trajo una caja envuelta en papel de regalo tan brillante y de tantos colores  como las luces de mi árbol de Navidad. 

   Yo como un perro al que acaban de darle su hueso preferido me volví loco desgarrando el papel. La ilusión de mi vida era el nuevo Scalextric Championship con el coche de Carlos Sainz y esa caja era tan grande que los puentes y las curvas cabían perfectamente. Desilusionado le di las gracias justas y lo guarde en mi habitación. ¿A quién se le ocurre regalarme a mí, un machote de nueve años, un puzzle de mil piezas de Disney? Con lo rollo que es Disney y lo que molan los rallys.

  Hoy tengo 18 años y soy fan número uno de Disney. He ido haciendo el puzzle de mi tío de rato en rato, cuando me dejaban los estudios, los amigos, los videojuegos, las chicas, el fútbol, las tardes en mi peatonal, los “no te ajunto”, los “por mí y por todos mis compañeros”, los Pokemon,…Cada día que me daba la gana llegaba a mi casa y colocaba una pieza: el dedo de Mickey, la nariz de Pinocho, la pluma de Dumbo,… Era mi tarea sin plazo de entrega. Esta tarde he colocado la última pieza antes de volver al taller. La boca de Simba. He terminado el dichoso puzzle que me ha acompañado durante estos nueve años de vida. No voy a ser un Rey León, Peter Pan no volará a mi ventana esta noche y ningún Genio saldrá de la lámpara.
La infancia, como los puzzles, también termina…
Creo que me quedaré con la pieza de Campanilla.

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