Era mi noveno cumpleaños. Mi tío Juan me trajo una caja envuelta en papel de regalo tan brillante y de tantos colores como las luces de mi árbol de Navidad.
Hoy tengo 18 años y soy fan número uno de Disney. He ido haciendo el puzzle de mi tío de rato en rato, cuando me dejaban los estudios, los amigos, los videojuegos, las chicas, el fútbol, las tardes en mi peatonal, los “no te ajunto”, los “por mí y por todos mis compañeros”, los Pokemon,…Cada día que me daba la gana llegaba a mi casa y colocaba una pieza: el dedo de Mickey, la nariz de Pinocho, la pluma de Dumbo,… Era mi tarea sin plazo de entrega. Esta tarde he colocado la última pieza antes de volver al taller. La boca de Simba. He terminado el dichoso puzzle que me ha acompañado durante estos nueve años de vida. No voy a ser un Rey León, Peter Pan no volará a mi ventana esta noche y ningún Genio saldrá de la lámpara.
La infancia, como los puzzles, también termina…
Creo que me quedaré con la pieza de Campanilla.
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